Enric
Llopis | El año 1917 pasó a la Historia por el asalto
al Palacio de Invierno, la entrada de Estados Unidos en la primera guerra
mundial, la entrada de las tropas del imperio británico en Jerusalén o el
comienzo de la última gran epidemia en Europa. Son años de plena conflagración
en los que el político comunista, filósofo y periodista italiano Antonio
Gramsci se libra de la guerra (por una discapacidad física) y escribe un
polémico y brillante texto de juventud, “Odio
a los indiferentes” (3 de abril de 1917). En Turín el protagonismo de las
fábricas, el proletariado, el hambre y el agotamiento evidencian una dura
realidad.
Se ha reproducido muchas veces el párrafo que
encabeza el texto gramsciano:
“Odio a
los indiferentes. Creo, como Friedrich Hebbel, que “vivir significa tomar
partido”. No pueden existir quienes sean solamente “hombres”, extraños a la
ciudad. Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido. La
indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a
los indiferentes”.