María del Carmen
Marini | Pocas veces lloro. Pero casi siempre a
destiempo. Recién cuando terminé de leer, me levanté y fui a buscar un
pañuelito de papel. Sigo los textos de Marta Dillon desde las columnitas del
Suplemento No. Las llamaba
Convivir con virus. Y las coleccionaba. Después
aparecieron con formato de libro. También buscaba y leía sus entrevistas, y especialmente me
llegó su soliloquio, durante la que le efectuó a Pilar Calveiro
("Poder y desaparición. Los campos de
concentración en la Argentina"), por las emociones que puso en juego y
la invadían y se animó a expresar. Más allá de la periodista que cuenta, el
lenguaje interior de la que escucha y resuena. Periodista cuya madre fue
desaparecida en el 76.
Luego, en el Suplemento "Las
12" para una celebración del día de la madre, ella incluyó en su nota
sobre la fecha, algo que yo había escrito en "Salirse de madre" (Croquiñol. 1989): "La madre es como el orgasmo. Mientras
está no se advierte que importante es. Pero si llega a faltar ¡ay! Huérfanos y
anorgásmicos del mundo ¡uníos a llorar vuestras desdichas! Nada compensará esa
falta. El tango tiene razón: hay vacíos imposibles de llenar".