Arturo Borra |
En la línea de La desaparición del exterior:
Cultura, crisis y fascismo de baja intensidad (Eclipsados,
Zaragoza, 2012),
FBI (fascismo de
baja intensidad) de Antonio Méndez Rubio -editado por La
Vorágine, Santander, 2015- reincide en una de esas verdades del capitalismo que
podrían calificarse de “insoportables”, ante todo, porque nos pone contra las
cuerdas. Si bien FBI como sigla podría remitir a la Agencia Federal
de Investigación de EEUU y mediante esa remisión metonímica al encumbramiento
del estado policial en nuestra época, aquí el significante FBI va más
lejos aun: reenvía al fascismo de baja intensidad que coloniza
nuestras formas de vida (algo que Foucault ya vislumbraba en su
“Introducción a
una vida no fascista” que precede el Antiedipo. Capitalismo y
esquizofrenia de Deleuze y Guattari).
Al plantear este vínculo con nuestro mundo cotidiano, Méndez
Rubio nos hace mirar en dirección de lo que nos negamos a ver. Como decía Lacan
en un contexto diferenciado, se trata de saber algo de eso de lo que
no se quiere saber absolutamente nada, ante todo, porque pone en riesgo
nuestras vidas e incluso lo más íntimo de nuestro ser. No por azar la cita de
Pasolini se repite: “Todos estamos en peligro”. Cuando se sobrevive en un orden
criminal como el presente, nadie permanece indemne. Desde el primer fragmento,
somos lanzados ahí, con la sospecha de que “(…) destruir la vigencia del
régimen fascista implica destruir una parte de mi corazón” (Méndez Rubio, op.cit., pág.
5).