
José Ramón Martín Largo | Parece haber, por lo menos, tres formas de crítica, cada una de las cuales, salvadas las correspondientes distancias, puede aplicarse a objetos diversos. La primera es la más realista, ya que se atiene a lo que está meramente en el campo visual del crítico y es mensurable por su ojo. Es la segunda la del que cree advertir formas que se le presentan como reflejo de algo que el crítico querría demostrar. Y otra forma, la última, es la de quien se aviene a ser explorador del asunto que trate, ejerciendo simultáneamente el papel de intermediario entre aquél y el receptor de la crítica: el público, la sociedad, el porvenir. Éste último modo es el que interesaba a Baudelaire, y también a Walter Benjamin, quien se convirtió en su intérprete. No muy lejos de ellos transitaba otro crítico, menos conocido, de la multifacética y esquiva modernidad: Siegfried Kracauer.