Juan Duarte | Ely
Zaretzky parte de señalar que hoy “se ha hecho posible contemplar el
psicoanálisis en su conjunto, distinguiendo sus aspectos tanto represivos como
liberadores. La clave consiste en verlo como la primera gran teoría y
práctica de la vida personal”. Y lo hace desde una tesis original: “el
psicoanálisis fue el ‘calvinismo’ de la segunda revolución industrial.
Representó un papel similar al que había representado el calvinismo en relación
con el primitivo capitalismo y el metodismo con la industrialización”.
Recorriendo -como secta carismática- el ciclo weberiano de idealización,
rebelión, diseminación, institucionalización y rutinarización.
Al modo de un Jano bifronte, el psicoanálisis por un lado
habría sido utilizado para profundizar en las “tres promesas emancipatorias de
la modernidad” (autonomía, emancipación de las mujeres, democracia), y por
otro, se adaptó a una cultura conformista y a las ideologías materno-centristas
del Estado de bienestar