
Estoy leyendo ahora un volumen que no parece muy adecuado
para el ‘dolce far niente’ estival. Se titula a ‘El acontecimiento de la
literatura’ (Península, 2013). Su autor es Terry Eagleton. La obra es un
análisis enjundioso de la literatura, de su definición posible y de los rasgos
probables que emplearíamos para determinar que un libro es literatura y que, en
cambio, aquel otro, no. Eagleton es altamente sofisticado y se vale de la
lógica para avanzar en su objeto de estudio.
Sin duda no es lectura para el ocio. Pero Eagleton es una
fiesta irónica y dispone de una mirada ocurrente. Pone numerosos ejemplos y sus
abstracciones las alivia con el humor inglés. No siempre le entiendes todo lo
que dice, no siempre captas todas sus referencias eruditas o no siempre estás
de acuerdo con lo que sostiene. Pero una página suya justifica el esfuerzo y el
placer que procura.
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Foto: Terry Eagleton |
A fin de cuentas, leer es descubrir un acierto, la fortuna
de una expresión, su sonoridad, belleza o conocimiento. Un libro es un diálogo
del autor consigo mismo y un tanteo con otros interlocutores potenciales.
Nosotros, los lectores, tal vez hallemos en las últimas líneas de una página
una iluminación, un logro verbal y emocional, lucidez o jovialidad.
Yo no les recomendaría ‘El acontecimiento de la literatura’,
de Terry Eagleton, como lectura veraniega. Pero también les diría que yo he
obtenido beneficio de sus páginas luminosas. Eso es lo que hemos de procurar:
acopien libros y lean por placer buscando y hallando en cada párrafo, en cada
estrofa, en cada línea, en cada verso, en cada palabra la recompensa.
Permítanme acabar con algo trivial y archisabido. La lectura es el placer de lo
inmediato, un tónico o un tóxico que nos administramos en grandes o pequeñas
dosis y que tiene efectos secundarios.